(Sucre se vino `felizmente`abajo con la gran respuesta de amigos y clientes)

La cena maridada de Sucre resultó un tremendo éxito, uno más de este centro, que logró reunir a doscientos amigos en torno a la cocina del restaurante y de los vinos Ramón Bilbao. En uno de sus grandes mensajes comerciales, estas bodegas vienen a decir: “algunos lo llaman obsesión, nosotros selección”. Y todos acabaron levantando la copa conquistada, con detalle fotográfico incluido para el recuerdo.

Era una cita demandada por clientes y amigos. Sucre Restaurante Café y Cultura accedió. Y los primeros respondieron con ganas, demostradas en la puntualidad de la mayoría de los doscientos comensales que cataron los vinos de Ramón Bilbao, comieron los platos propuestos por la cocina de Sucre y charlaron y se divirtieron con una noche que se prolongó hasta bien entrada la madrugada.

Los comentarios tuvieron que ser cronometrados y coordinados al llenarse dos de los espacios del restaurante, tanto el Salón de Cristal como el Salón Polivalente Sucre. David Pérez, agente comercial de la Distribuidora Bellod para la zona de los vinos Ramón Bilbao, llevó la dirección oral, visual, olfativa y gustativa de los caldos.

(Imagen del salón inferior)

El primero fue el Monte Blanco, de color verdoso y paladar equilibrado en acidez, a pesar de su intenso aroma a fruta tropical. Gustó a decir de algunos de los comensales, con los que esta vez se interactuó como experiencia nueva en las catas de Sucre, dando la opción a la participación solicitada con anterioridad por los amigos del restaurante. Tanto es así que algunos pedían más sorbos en forma de botellas.

Fue acompañado por un hojaldre redondo relleno de Escalibada de Verduras con Atún. Mejor la segunda que el primero, que puede ser prescindible. Ahora, la escalibada dejó ganas de más.

Igualmente, el vino tuvo gran acompañante con la Merluza en Adobo, servida en tacos rebozados de forma extraordinaria: sin gota de aceite y con mayor equilibrio en la acidez de su perfecto adobo, si cabe, que el del vino blanco, al que siguió el que se convirtió en estrella de la noche. De hecho, es la joya de las bodegas ubicadas en una de las mayores tierras de Denominación de Origen, en Haro, en el corazón de La Rioja.

El Crianza 2010, con ese color cereza brillante, aromas de fruta roja, más que de laurel o cacao que asegura Ramón Bilbao que encontramos al oler y que no llegaron a hallar algunos de los comensales, y el especiado pero fresco paladar, cumplió con las expectativas, maridado perfectamente con un excelente Jamón Ibérico al corte, de uno de los proveedores de la zona a los que acude Sucre, Bonmercat.

(Magnífica imagen la próxima, donde parace adivinarse hasta el mar a través de la gran cristalera)

Los asistentes al acto pudieron degustar uno de los mimados de Ramón Bilbao, el Edición Limitada de 2010, nacido gracias a la floración algo tardía de aquella cosecha, de cuya vendimia se seleccionaron los granos de la uva más calibrada, de las viñas más viejas. Quizá por eso, después de comprobar su intenso color y aroma, algunos de los presentes notaron una influencia algo áspera en el sorbo final. Un paso serio y perdurable por boca, es cierto, contrastado con el Solomillo de Cerdo de Sucre, que esta vez fue cocinado al Pedro Ximenez, con manzana y cebolla caramelizada. El trato a la carne en la cocina de Sucre, de nuevo, insuperable. La fruta y la verdura, excelente, al punto de la otra Denominación de Origen de la Noche, la de Jerez, cuya reducción en plato, a decir de comensales entendidos, tenía que haber sido mayor. No obstante, justa pareció para regar la carne, que se deshacía una vez más. 

Un ejercicio más de Sucre, que estuvo muy al tanto de coordinar servicio, tiempo, gustos y colores, como los de las imágenes gráficas regaladas por Marta Vallés, monitora de Ramón Bilbao.

La Tarta de Coco preparó los cuerpos para los combinados posteriores, disfrutados tanto en mesa como en la fiesta posterior, tributada a la mejor selección, en palabras de Santiago Payá y Mari Carmen P. Bertomeu, director y coordinadora de Sucre, la formada por unos clientes por los que aquí si se guarda “cariñosa obsesión”.                     

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